El racismo es un acto innegable en la sociedad mexicana contemporánea, el cual tiene su origen cuyo origen desde la conquista. Se ha pretendido configurar una “identidad nacional” que más bien corresponde a circunstancias ideológicas, el racismo abierto y latente que expresa la mayoría de la población urbana mexicana se vincula a su origen étnico-racial olvidado o rechazado.
El suceso de la conquista
española que sometió a las culturas mesoamericanas implicó la eliminación de su
identidad porque el espacio americano perdió sus connotaciones propias tan
pronto como el vencedor comenzó a clasificarlas con sus nombres de origen
territorial y cultural, lo que provocó la desestabilización de las configuraciones
y cosmologías mesoamericanas. El conquistador impuso su lenguaje para
destruir las lenguas autóctonas y los significados de los símbolos gestados por
las culturas mesoamericanas. La conquista y la estructura colonial
determinaron que la realidad histórica exaltara la obra del conquistador
creando en el sometido una conciencia colonial. El conquistador se convirtió
en el agente de la historia, mientras que el vencido solamente tuvo el papel de
receptor pasivo de la acción de los vencedores, por lo que dejó de ser
objeto de su propia historia.
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